Julio 2025
Cuando tres monos —un aullador, un cariblanco y un mono araña— fueron hallados muertos en un área boscosa del departamento del Putumayo, en el occidente de Colombia, lo que en otro momento podría haber pasado desapercibido se convirtió en una señal de alerta que desencadenó una respuesta rápida y coordinada para contener un brote de fiebre amarilla. Esta vez, la diferencia fue el conocimiento.
“Gracias a lo aprendido sobre cómo tomar muestras adecuadas en primates, logramos detectar un brote de fiebre amarilla tras encontrar tres monos muertos simultáneamente”, relató Wilder Pérez, del programa de enfermedades transmitidas por vectores (ETV) y zoonosis de la Secretaría de Salud Departamental del Putumayo. “Sin ese conocimiento, los animales posiblemente habrían sido enterrados sin análisis, perdiendo una oportunidad crítica para actuar”.
Wilder había participado meses antes en un taller regional sobre vigilancia epizoótica y vectorial, organizado con apoyo técnico de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) bajo la iniciativa PROTECT financiada por el Fondo para Pandemias, donde equipos de salud fueron capacitados en la recolección segura de muestras en fauna silvestre, vigilancia de vectores y coordinación intersectorial.
La capacitación, que se realizó en Tolima —otro departamento clave en la actual respuesta nacional a la fiebre amarilla—, resultó crucial para que el equipo del Putumayo pudiera actuar rápidamente al detectar los primeros indicios del virus.
Esa formación permitió que, tras la señal de los primates, se activaran inmediatamente medidas como la vacunación del personal ambiental, estudios entomológicos y el análisis del área afectada. Gracias a ello, el sistema de vigilancia no solo confirmó la presencia del virus, sino que también evitó su propagación a zonas urbanas.
Tolima, por su parte, enfrenta el brote más grave registrado en el país fuera de la región amazónica. Solo en este departamento, desde finales de 2024 hasta el 28 de junio del 2025, se han confirmado 95 casos humanos de fiebre amarilla, con 35 muertes. La mayoría de los casos se concentran en zonas rurales cercanas al Parque Natural Regional Bosque de Galilea, un área de selva densa y biodiversa donde conviven humanos, primates y mosquitos vectores del virus.